Así como el epistolario Rodoreda-Sales es un epistolario con zig zags, subidas, bajadas, bien escrito, porque no podemos olvidar que ambos eran muy buenos escritores; este es un epistolario tan correcto, tan lineal, que hasta sus críticas que las hay casi no se notan. Tienes la sensación que ambos se mueven y viven por y para presentarse a premios literarios, y casi llegas a perder el hilo y el interés. Aunque hablan de sus preferencias literarias y sus gustos predomina por encima de todo esa necesidad de edición de sus obras. Y para conseguir este objetivo en los años de la posguerra y posteriores lo más sencillo era presentarse a un premio literario y conseguir que de esta manera editaran tu libro. Todos esto hace que el libro se convierta en un espistolario monotemático centrado en este tema. También es verdad que el país no estaba en absoluto normalizado y esa necesidad de edición era una actividad de subsistencia cultural.
Pero consecuentemente lo que puedo decir es que leyéndolo tienes la sensación de un país, Catalunya, muy pequeño y gris, muy muy gris.
Si que en cambio puedo decir que la edición de Josep Camps i Arbós es estupenda y son una ayuda inestimable la cantidad de notas a pie de página, que nos proporcionan muchísima información sobre personalidades, escritores, políticos, etc... referenciados en las cartas. Y si tuviera que hacer un balance, podría afirmar que es esta información la que hace, que haya valido la pena leer el epistolario.
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