Trastearlos de arriba a abajo, llevarlos en el bolsillo del uniforme al colegio, sin que nadie se diera cuenta. Muñecas pequeñitas, canicas, yoyos, pelotas de goma que botaban mucho, todo lo que cabía en una mano y no llamaba la atención.
Y estas preferencias por lo pequeño y lo mínimo han perdurado en mi cabeza a lo largo de todos estos años, supongo que por eso me gustan tanto los libros de tamaño pequeño, que puedo trastear de un lado a otro en mi bolso amontonándolos allí dentro. Más que un bolso parece la caja de los tesoros; libretas, libros, alguna joya, algún recuerdo, bolígrafos, lápices, recortes de periódico, alguna invitación. Todo lo que en el momento me interesa lo arrastro y llevo encima.
Últimamente como estoy bastante centrada en el libro infantil, he recordado que tengo libros sobre juguetes, como también tengo unos cuantos juguetes comprados a lo largo de los años, juguetes de lata, peonzas, algunas muñecas de celuloide, pelotas. No es que sea coleccionista de juguetes, pero me gustan los antiguos de todo tipo, excepto las muñecas de gran tamaño que me dan mucho yuyu.
Dando un vistazo por los libros de mi cabecera aparte de alguno sobre robots encontré este editado por El Triangle y dedicado al Museo del Joguet de Figueres. Y estas son algunas de las páginas del libro. No son juguetes de artista, sino juguetes de lata, cabezas de madera, peonzas, pero todos tienen su encanto y aunque no se remitan a mi infancia porque son anteriores me gustan y mucho.
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