domingo, 30 de enero de 2011

Le roi des blini




En el 2005 cuando mi labor como editora se intensificó frente a la de diseñadora gráfica, empecé a reordenar las colecciones que había iniciado unos años antes, y a intentar abrir nuevas vías dentro de aquellos temas en los que me había implicado. Uno de esos temas eran los libros de cocina, y a aparte de los recetarios que iba publicando, me hacia gracia empezar una colección de libros relacionados con la cocina y la gastronomía, desde un punto de vista literario.

Buscando y siguiendo en esa idea encontré la colección de Mercure de France, le petit Mercure y allí un par de libros que me interesaron, uno ya lo referencié en una entrada anterior en el blog de Sd-mudito edicions, que es el de los macarons, el otro es este Le roi des blini de Elisabeth Barille, 2005.

Los blini son unas pequeñas tortitas de pan suave, blandas y redondas sobre las que se deposita entre otras cosas el caviar, se comen ambos y puedes saborear la mezcla del sabor salado del caviar con el toque algo mullido y más neutro del blini y ambas texturas se unen: la "croustillante" de las bolitas de caviar que explotan dentro de tu boca con la pastosa y blanda de la tortita.
Es una receta de origen eslavo, rusa, parecida a las crêpes, que tanto sirve de base para comer salado como dulce.

Élisabeth Barillé es una autora francesa de raíces rusas blancas por parte de madre, y en el relato nos habla de ellas entremezcladas con la comida. 
Recuerdos de su abuelo que había huido de Rusia durante la revolución, y que era el que en realidad cocinaba. Las compras en el mercado, los productos especiales para hacer las recetas rusas como el borchtch, los pirojki o el kournik (pollo envuelto en hojaldre relleno de cepes) una receta de la princesa Galitzine, Tolstoi y las setas que tanto gustaban a los rusos, la  Pascua rusa y la naranja amarga, las pasas de Corinto. La Pashka: 2 kilos de queso blanco, 12 huevos, 400 gramos de azúcar 500 gramos de mantequilla, las almendras peladas, frutas confitadas extracto de vainilla y una pizca de limón. 

Todo ello sazonado con la melancolía del pasado, de otras vidas y otros momentos. Y para finalizar un un pequeño fragmento:
Los olores son el camino más seguro del pasado hacia el corazón.
Estos se escapaban de una pequeña cocina con una única pequeña ventana; delante de la ventana un rosal, nudoso como una viña. En verano el perfume de las rosas se sobreponía al de la mantequilla chisporroteando en la sartén.

Después de leerlo escribí a Le Mercure haciendo un contacto para pedir los derechos, pero como otras veces ha sucedido, no logré convencer a mi consejo asesor en materia de libros de cocina, y el libro cayó en el olvido hasta esta semana que lo he rescatado y lo he releído.

No hay comentarios:

Publicar un comentario